1.8.11

Lugares comunes.

Eso es mi trasteo, todo lo que soy en mi trabajo.


Nueva oficina, la estrené llegando tarde, usual en mi. Encontré en mi puesto dos chocolates, uno blanco y otro de color junto con una nota. Contiene un juego de normas básicas que todos tenemos que cumplir. Otras instrucciones. Ocho más.
El nuevo lugar de trabajo es completamente como todos los lugares de trabajo de las oficinas en el mundo. Hasta en películas encuentra uno como retratan fielmente no solo las instalaciones sino el ambiente laboral. Adiós a los escritorios de madera, viejos, que daban otra sensación (tenían su mística, pa qué) para dar lugar a los cubículos con su aspecto completamente oficinístico. De alguna manera los extraño, me sentía en otro lugar, en otro tiempo, podía hasta tomarme más en serio mis actividades solo al sentir la madera ya dañada sosteniendo la pantalla de mi computador, al poner mis brazos para usar el teclado, el ratón. Ahora no. Me siento en un escenario cualquiera, cumpliendo como extra.


Transparencia.

El sábado pasado fue el trasteo, y hoy ya el Doctor Gerente se tomó su tiempo para pasar por cada rincón para que felicitáramos a todos por tal logro. Lo hizo en los dos pisos que ahora ocupamos, repitiendo el discurso que todos aplaudieron para sentirse mejor. El Doctor Gerente habló de como la vida es corta, que nuestro tránsito por ella se ve limitada por la muerte, que debemos aprovechar las cosas dando todo nuestro entusiasmo. Primera felicitación, promovida por él: “den un aplauso al área de recursos humanos, de seguridad y de servicios generales”. Que lo felicitaron por ver un trasteo tan eficiente, limpio, transparente, eficaz, eficiente y rápido. Agradeció luego a dios, lo que hizo sonreír a unos y luego hizo un chiste con algo que ya no recuerdo. Todos rieron. Los jefes son los seres más chistosos del universo. Más que eso: son, generalmente, seres peculiares porque nosotros, el resto, admitimos que lo sean sin chistar, tal vez algo que uno quisiera poder hacer. Sus excentricidades, que les parecen geniales a ellos mismos, las aceptamos primero por hipocresía y luego se vuelve una mezcla de envidia y admiración. Vemos los defectos en reuniones con nuestros pares, rebeliones pequeñas que sirven para desahogarse un poco. Los jefes bravos ya no son chistosos, sino temibles. El Doctor Gerente es la encarnación de dios en este lugar.

Antes del segundo y definitivo aplauso, se le dio al general retirado, coordinador del área de seguridad, el conjunto de reglas para leerlas en voz alta: no pondrás afiches en tu puesto de trabajo; no fumarás; no dejarás tu puesto de trabajo por nada en el mundo; no escucharás música ni radio; no consumirás alimento alguno sobre tu escritorio; evitarás visitas en horario laboral; usarás siempre el tono de voz adecuado para denotar cortesía; pondrás el celular en vibrador. Lo leyó con una solemnidad tal que todos asintieron, pero también con los errores que refuerzan el estigma ese que dice que los militares no poseen inteligencia, o simplemente que es distinta a la suya, a la mía. Luego nuestra recompensa, otro aplauso iniciado por él para nosotros, las caras felices, la gente que agitaba las manos de manera exagerada, con los ojos brillando.

Lo que más me hará falta del otro lugar es el pasillo ese largo que recorría el edificio como si fuera su columna vertebral, lugar de encuentro con mucha gente, fuente de casualidades pero también de encuentros inoportunos. Ahora cada que uno se levanta de la silla es un desfile para todo el mundo. Se exige concentración pero no se puede dejar de lado esa sombra que recorre la esquina porque siempre será atractiva, llamará la atención cualquier cosa que se pase por el rabillo del ojo. Nadie entiende que necesitamos interrupciones para estar alerta.

El pasillo que daba al infinito, o algo así.

Lo que más me gusta del lugar es el ascensor. Es amplio. Moderno. La gente se agrupa para hablar excluyendo a los demás. Es, tal vez, lo más cercano que pueda llegar a viajar en tren. Por ahora.


2 comentarios:

Alejandro Serrano Durán® dijo...

Siempre he podido experimentar de los cambios de escritorio, pero estos están ligados de un cambio de trabajo.

No sabría como afrontar un cambio de escritorio con el mismo trabajo, sería un Déjà Vú bastante raro.

Sería como hacer lo mismo, para los mismos, junto con los mismos, en las mismas, pero en otro espacio.

Un abrazo!

andres lara dijo...

"Amiguis", yo me he enseñado tanto a los escritorios. por ejemplo tiene que existir suficiente espacio para poner un teclado adicional si trabajo con el portátil y así...

En mi nuevo trabajo ya van a cambiar de sede, ni idea dónde me meterán. vamos a ver.